“Un mundo así reducido a
sus manifestaciones más evidentes
y a sus mecanismos más útiles solo promete la
muerte del espíritu humano”.
William Ospina
En: Es
tarde para el hombre
Hablemos
de desesperanzados
El
presente documento parte de dos visiones del mundo nacidas en latinoamericana.
Por un lado, la idea de Ernesto Sábato sobre los des desesperanzados que expone
en su libro Sobre Héroes y Tumbas. Y
por otro lado, al autor colombiano William Ospina, quien se ha encargado de
hacer una apuesta por el mestizaje, exaltando nuestras características y
condiciones como latinos, y a su vez, es uno de los autores que desde la
literatura hace una lectura crítica a los temas centrales abordados en clase:
como lo son el sofisma del desarrollo y del progreso. Con esta intención, este
colombiano retoma a los poetas y académicos ilustrados
europeos.
Estas dos
visiones son fuente de inspiración y complementan la posición de quien escribe,
todo con el propósito de llegar a hacer una lectura sobre los conceptos que nos
trasladan a un debate que lleva alrededor de un siglo y que ha significado para
las generaciones nacidas al final del siglo XX y a comienzos del XXI, a una
especia de anomia que se fundamente en la idea del individualismo homogenizado e impotente frente a una estructura
globalizada en crisis profunda, estructura que aparentemente no podemos
transgredir, subvertir ni transformar. Aclaro que utilizó estas tres palabras
para no casarme con dualismos de tesis-antítesis, ni de pasado-presente y mucho
menos, con terminar favoreciendo aquellas ideas que declaran el fin de las
ideologías y que se acercan a posturas de no
retorno.
Este
camino del no retorno se parece mucho a lo que Helbert Marcuse describía en el Hombre Unidimensional acerca de la
sociedad unidimensional, en donde se hace gala de la lógica de la protesta
derrotada, el control del ser humano por estar atrapado en la sociedad
industrial y de masas, donde el compromiso histórico de la historia misma y de
la filosofía están al servicio de la catástrofe, de la dominación, del triunfo
del pensamiento positivista, sin más remedio que dejar al hombre imbuido en una
especie de statu quo inmodificable por
aceptar como cierto que dicha estructura funciona con o sin nosotros, lo cual
es totalmente falso. Y ahí planteo mi hipótesis central, al pensar que la
muestra más fehaciente que tenemos en este mundo con debates inconclusos, y que
además es muestra del nivel de alienación en el que vivimos todos y todas, es
que creamos de antemano y sin un mínimo espacio para la reflexión, que no
podemos luchar individualmente contra esa estructura - masa enorme, dominante y
autómata, como seres sociales y como parte de una sociedad civil que cada vez
tiene más herramientas tecnológicas que pueden ser fuentes y medio de
transformaciones y no solo como se piensa, que no son medios emancipatorios en
el mundo contemporáneo. Precisamente,
de ahí se desprenden dos líneas de acción. Una la que consideraré como la
acción dentro de ese esquema de dominación, en términos de gobierno
mundializado y globalizado, analizando en la praxis elementos comparativos de
los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la apuesta fallida de Rio + 20 y
lo que ahora se proponen quienes hacen parte de ese grupo selecto de tomadores
de decisiones con la Agenda de 2015.
La otra línea de acción es la que se centra en la de cada uno de nosotros. Ese
accionar que limita con mi yo y con mi conciencia reflexiva como parte de un
todo, que no parte de un pensamiento romántico, sino más bien, que le apuesta a
una acción comunicativa colectiva a manera de presión, de transgresión para
legitimar ese ciudadano que es heredo de derechos como resultado de las luchas
liberales, pero que no se debe reducir a la defensa de la igualdad en términos
de derechos políticos, sino que debe ir más allá, en busca de la igualdad
referida a condiciones materiales y así, avanzar en los derechos colectivos o
de tercera generación, que pareciera a todas luces, que se nos escapan cada vez
más de nuestros contextos profundamente inequitativos y abstemios.
En este
sentido, me aparto de ideas o ideologías determinantes, pues concuerdo con lo
que plantea Jean Baudrillard, “hace mucho que la izquierda no tiene más que una
existencia fantasma, que carece de voluntad política propia. Lo mismo es
válido, por otra parte, para la derecha. Ambas están sucumbiendo juntas. En
realidad, lo que ha desaparecido es la distinción entre ellas y con ella lo que
estaba en juego en la escena política.[1] Y agrega más adelantes en el mismo libro, “de alguna manera, el sistema quiere
absolutamente crear su antítesis. Sí, pero ya no la hay, hemos devorado la
antítesis. Hasta la antítesis se ha convertido en una prótesis[2],
en una prótesis de este mundo que nos deja perplejos ante tanta manifestación
de malestar y de crisis.
¿Cómo y
porque centrarnos en el debate del modernismo vs. postmodernidad desde América
Latina?
Andreass
Huyssen desarrolla el tema de las geografías del modernismo y a partir de ahí
propone que el acercamiento al debate de la modernidad y del postmodernismo, o
de modernismo después de la modernidad, no sea desde los aparentes centros de esplendor del desarrollo, de
la cuna de la modernidad, del iluminismo, del enciclopedismo. Según este autor,
la geografía del modernismo clásico está fundamentalmente determinada por una
serie de ciudades metropolitanas y por los experimentos y las conmociones
culturales que ellas generaron: Paris de Baudelaire; el San Petersburgo de
Dostoievski o Madelstam; la Viena de Schonberg, Freud y Wittgenstein; la Praga
de Kafka…. Entre otras.[3] Por
tanto, la reflexión frente a este debate, se hará con la participación de
autores colombianos, teniendo presente el punto de partida y la propuesta de
Hayssen.
También porque se acepta la presunción de Sergio de Zubiría de que “toda
idea de centralidad cultural, ya sea como etnocentrismo, eurocentrismo,
latinoamericanismo o indigenismo, está inevitablemente entretejida con la
injusticia social y termina despojando a la cultura, de esa riqueza, que es su
diversidad” y por ende, de su perspectiva singular. Con esta idea, comparto que
Latinoamérica
debe avanzar en el debate, pero ahora en términos de procesos de identidad,
necesidades culturales, valores éticos y estéticos.
“Ahora
sabemos (cosa que no sabían ni Adam Smith ni Macaulay) que el progreso material
implica una dialéctica de perjuicio o daño concomitante, que el progreso
destruye irreparables equilibrios entre la sociedad y la naturaleza. Los
avances técnicos, espléndidos en sí mismos, trabajan arruinando primarios
sistemas vivos y arruinando ecologías. Nuestro sentido del movimiento histórico
ya nos es lineal… Podemos ahora concebir una utopía tecnocrática e higiénica
que funciona en un vacío de posibilidades humanas”.[4] Y
con esto abordo el debate de modernidad y posmodernidad, de progreso y
desarrollo y de la supremacía de la ciencia y la tecnología, con Sergio de
Zubiría. Y nos introducimos, en la línea de Hayssen ¿Qué hacemos con el retorno
de la <<modernidad>> en los debates actuales sobre la
globalización? ¿Se trata únicamente de un eufemismo de su versión ideológica
más limitada, apenas otra clave de neoliberalismo económico que no se puede
distinguir de la <<globalización>>?[5]
La
desconfianza ante el programa de una “cultura superior” y el fin de la idea
unitaria de la historia, han desencadenado un profundo debate sobre los nexos
entre cultura y desarrollo. En América Latina, luego de las décadas
“desarrollistas” de los cincuenta y setenta, que convertían a Europa y
Norteamérica, en el único “espejo” deseado de vida y sociedad, ingresamos hacia
la mitad de los setenta en un profundo cuestionamiento ante las consecuencias
de este seguidismo cultural… A finales de los años setenta se introdujeron en
el discurso académico las temáticas del “mito” y la “crisis” del desarrollo. El
grupo universitario Candido Mandés convocó en Figline-Valdarno, en 1977, a la
primera reunión internacional consagrada a la crisis del desarrollo. A ella
asistieron intelectuales como E. Meorin, J.M. Domenach, C. Castoriadis y otros
especialistas en ciencias sociales procedentes de América Latina, Estados
Unidos y Europa, con el fin de articular el debate sobre las sombrías
perspectivas que la década siguiente anunciaba en relación con las esperanzas
de progreso humano. [6]
Este mismo planteamiento lo comparte Estanislao Zuleta, cuando se refiere a la
idea de la supremacía de un discurso y al descrédito de la otredad en su texto
“El elogio de la dificultad”. En donde además, también hace una advertencia al
anunciar que: “a la desidealización sucede el arribismo individualista, que
además piensa que ha superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado
toda esperanza de una vida cualitativamente superior”.[7]
En el debate intelectual sobre las
ideas "modernidad" ,"modernismo" y
"modernización" desde el punto de vista de varios autores, tales como
Marshall Berman, Perry Anderson, Sergio de Zubiría Samper y Consuelo Corredor
Martínez hacen referencia a varios documentos teniendo como base el libro de Marshall "Todo
lo Sólido se desvanece en el aire", y los documentos escritos por los
otros autores con el fin de intentar dar claridad al debate sobre la
modernidad, Inicialmente nos encontramos con Berman que nos transporta por
varios escenarios para explicarnos sobre la modernidad, el modernismo y la
modernización, a través de su obra "Todo lo sólido se desvanece en el
aire".
Según este autor los modernos se caracterizan por un ambiente que promete innovación, pero que
también amenaza con destruir todo lo que somos, lo cual es evidente la primera
parte del libro, cuando describe el proceso metamórfico de "El
Fausto" de Goethe. Ahí la experiencia con lo moderno y la modernidad articula
a toda la humanidad, pero esa articulación lleva a que todos caigamos en una
turbulencia desintegradora y renovadora. Lo moderno se alimenta por muchas
vértices que se enmarcan lo económico, lo político y lo tecnológico acelerando
el ritmo de la vida, generando nuevas formas del poder. Ahora bien en el siglo
XX se han generado procesos sociales que dan origen a la «modernización»,
modernización que es caracterizada por procesos históricos sustentados por una
extraordinaria pluralidad de ideas y miradas que procuran hombres y mujeres
como sujetos por un lado como objetos de la modernización, para que hagan suya
los elementos de la naturaleza que les rodea.[8]
Teniendo presente lo anterior, los dos autores colombianos, Sergio de
Zubiría Samper y Consuelo Corredor Martínez, se basan en el tratamiento que
Berman le da al manifiesto comunista, y sobre las reflexiones que sobre él
hace, y se centra en tres aspectos: por un lado, la idea de totalidad de lo que
considera como experiencia moderna, experiencia que no divide las ideas fundamentales
de modernización y modernismo, sino que al contrario, aclara las relaciones
individuales de cada una y conserva a la modernidad como un todo; otro punto en
el que hace una disertación, según la cual al mismo tiempo de aplicar la
profunda apreciación de la cultura modernista en sus
metáforas "todo lo sólido se desvanece en el aire", al mismo tiempo se
enfrenta a algunas de sus contradicciones más profundas; y finalmente, aporta
luces nuevas sobre la concordancia entre la cultura modernista, la economía y la sociedad burguesa.
Por su parte, Consuelo Corredor está influenciada por autores como Marx y Marshall Berman, ella
considera que pese a haber encontrado tarde a Berman para aclarar sus
concepciones, y referido al caso de Latinoamérica, y
específicamente el caso colombiano, es que demuestra que los procesos de modernización y modernidad de alguna manera
son tratados de manera independiente.
Ella afirma que,
Por un lado la modernización es tomada como el desarrollo económico y tecnológico, excluyendo lo social y político, en tanto que la
modernidad es entendida como el medio por el cual un desarrollo tanto económico
como tecnológico y con inclusión de la sociedad y lo político. Para llegar así a comprender la crisis actual en Colombia y Latinoamérica
mediante la investigación de algunos factores estructurales y coyunturales que propician y que
entretejen la historia reciente del país, teniendo como tesis central la de que la crisis en que se debate la sociedad tanto latinoamericana como colombiana desde los años ochenta
es el resultado de un largo proceso de erosión del orden tradicional, inducido por las transformaciones derivadas del proceso de modernización económica, que contrasta con el
conservadurismo político expresado en el inmovilismo del sistema político y de la
organización estatal, en el que se presenta un proyecto político fundado
en la exclusión e inmovilidad social.[9]
Estos dos autores concluyen de su análisis, que la crisis actual de la
sociedad colombiana es la expresión de la extrema tensión resultante entre un
proyecto de modernización económica ajeno a un proyecto de modernidad. Y a esto
se suma lo que De Zubiría afirma en otro texto, “hoy podemos
reconocer que la mayor extensión numérica de la educación ilustrada, no tiene
por qué estar en correlación con una mayor ilustrada, no tiene por qué estar en
correlación con una mayor estabilidad social y un mejoramiento moral. Sabemos
que el progreso tecno-científico no va necesariamente de la mano con un perfeccionamiento
ético.[10]
Así retomo
lo que Baudrillard reafirma tajantemente sobre los intercambios. El intercambio
imposible del mundo se consuma con la libre circulación de la nada (el
intercambio de lo mismo por lo mismo es una de las formas del intercambio de la
nada). Hasta en el ámbito económico que es el campo por excelencia de los
intercambios y del valor, están advirtiendo, con la especulación generalizada,
que lo que circula es la nada. Es por eso, precisamente, que las cosas van cada
vez más rápido, desligadas de toda ley moral o ley de valor. Evidentemente, hay
una extraordinaria fragilidad que aflora en la crisis perpetua de lo económico
y lo político. Lo que se quiere ver es que estamos en presencia de algo que va
mucho más allá de una crisis de funcionamiento o una crisis de la
representación. Es una crisis definitiva de la trascendencia.[11]
El
modernismo: contradicciones de la estructura y del sujeto.
Hemos
abordado el debate acotándolo desde una aproximación latinoamericana, y por tanto
debemos referirnos a un ejemplo como es el caso de los U´wa con su dilema de
defender su cosmovisión y por ende su supervivencia, frente al dilema de la
explotación petrolífera en su territorio sagrado. En este sentido, el principal
problema que afecta a estas comunidades son los derivados de haber sido
expulsados de sus territorios originales y reducir sustancialmente la extensión
del mismo. Actualmente están reivindicando este hecho, persiguiendo la creación
de un Resguardo Único U´wa, aunque de menor extensión que su territorio
tradicional. Este hecho es fundamental para que puedan seguir manteniendo su
cultura en estrecha comunión con el medio en el que viven.
Sin embargo, su
principal problema surge por la presión ejercida sobre ellos por las compañías
petroleras como lo OXI, que incluyen parte de su territorio en lo que se ha
denominado el Bloque Samoré. El Gobierno ha concedido a dicha compañía una
licencia de explotación en esta región. El pueblo U´wa presentó un recurso para
invalidar el estudio de impacto medio ambiental presentado por la la OXI para
conseguir dicha licencia, pero el tribunal falló en favor de la compañía
petrolera. La extracción del petróleo supondría para su supervivencia un grave
problema por los daños que causaría a sus ecosistemas y al equilibrio entre
todos los elementos que conforman su mundo. Este factor destruiría sus formas
de vida y su supervivencia como cultura. El pueblo U´wa ha amenazado con un
suicidio colectivo si el proyecto de la extracción del petróleo en sus
territorios se llevase a cabo. Con esta situación hago referencia los derechos
de las minorías étnicas y su participación política en ese marco de describí al
comienzo sobre derechos de herencia liberal, en otras palabras, reducida a los
derechos civiles. Y tal como lo señaló el Representante Marco Avirama
recientemente al respecto, pues la posibilidad de la no participación de las
minorías étnicas en las próximas elecciones puede ser una realidad.[12]
Este ejemplo de
ausencia de respeto a las minorías, contrario a lo que postula Bobbio de que el
valor de una democracia está dado por el respeto a las minorías, nos indica que
esa herencia liberal solo alcanza a la igualdad de derechos, pero en el sentido
del deber ser. La práctica nos
demuestra que tal herencia, pasado dos siglos de luchas, ni siquiera se ha
logrado en contextos como el colombiano. De ahí que tengamos como parte de
nuestra diversidad, aquellas contradicciones que resultan de los debates de la
modernidad, premodernidad y posmodernidad, todos ellos en geografías distintas
del modernismo.
Aquí cobran valor
los postulados de la teoría democrática, pero no con cimientos liberales, sino
con la crítica incluida del hombre unidimensional. Donde aceptemos a priori que pertenecemos a una sociedad
postindustrial, de masas, profundamente
alienada, pero que no por ello, carecemos de sentido al defender los derechos
civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, y como se mencionó en
clase, el empoderamiento ciudadano, teniendo concepciones como la desobediencia
civil siempre como mecanismos de presión, de transgresión y ante todo, de
acción frente a la estructura.
Axel Honneth afirma
que “naturalmente sería falso suponer que la teoría del reconocimiento no ha
tenido constancia desde el principio de fenómenos negativos de sumisión o
dominio. En realidad, el impulso crítico de tal teoría se deriva solo de las
manifestaciones sociales de reconocimiento fallido o defectuoso: la mirada debe
dirigirse a las prácticas de humillación o envilecimiento a través de las
cuales les es escatimada a los sujetos una forma fundada de reconocimiento
social y con ello una condición decisiva de formación de su autonomía”. Y
agrega, “el reconocimiento mismo nunca puede caer en la sospecha de ser
funcional a un medio de dominación”.[13]
La otra línea de
acción, que aborda otra contradicción de la estructura, y que se mencionó al comienzo
del ensayo, se centra en la identificación a partir de un consenso global, el
análisis de esos tomadores de decisiones que apuntan desde ya a los desafíos
que generaron los ODMs, la apuesta de Rio+20 como un punto elemental en asuntos
ambientales y finalmente, ver cómo la misma estructura se regula con el fin de
continuar su dinámica expansiva y hegemónica, mediante el consenso en otro
puntos, llamados la Agenda de 2015.
Precisamente, al revisar los temas incluidos en estos acuerdos, descubrimos
claramente que el sistema presenta retos y contradicciones como se mostró
también con el caso de los U´was.
El centro de la
discusión es el poderío económico frente al poder político, que para este
ensayo, el poder político está sobre el poder económico. Pues este segundo se
sirve de cuanto régimen antidemocrático y de la violación de derechos humanos y
laborales, para afianzar sus raíces en lugares del mundo que permiten, la
emergencia de capitales y de monopolios, a cambios de sus mismos ciudadanos,
aunque tal no parezca ser la categoría que le den. Muestra de ello es lo
sucedido el pasado 24 de abril en Bangladesh, donde un edificio se derrumbó con
las trabajadoras de una maquila de textiles, a quienes los dueños no solo de
esta fábrica sino de una gran cadena de marcas globalizadas y famosas, para las
que trabajan, en su mayoría mujeres y en jornadas extenuantes, no les autorizaron
su salida, pese al desalojo de todo el edificio, así como de sus alrededores,
pues las fallas en la edificación eran evidentes y anunciadas. Es decir,
aquellas personas estaban despojadas en su humanidad, sus derechos laborales y
su autonomía, y así determinadas y
condenadas a morir de forma previsible.
[1] Baudrillard,
Jean y Valiente Noailles, Enrique. “Los Exiliados del Diálogo. Ilusión y
realidad, actualidad y destino de la especie”. Editorial Sudamericana. 2006.
Pág. 87
[2]
IBID. Pág. 89
[3]
Huyssen, Andreass. “Modernismo después de la posmodernidad”. Editorial Gedisa.
2011. Pág. 23
[4] De Zubiría, Sergio. “Visión Contemporánea, en Culturas: Teorías y Gestión”. Ediciones Uninariño.
1998. Pág. 45
[5]
Huyssen, Andreass. “Modernismo después de la posmodernidad”. Editorial Gedisa.
2011. Pág. 11
[6]
De Zubiría, Sergio. Pág. 49
[7]
Zuleta, Estanislao. “El elogio de la dificultad”. Universidad Tecnológica de
Pereira. Pág. 3.
[9]
http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero14/ArtVeltmeyer.pdf
[10]
De Zubiría, Sergio. Pag.46
[11]
Baudrillard Pág. 47
[12]
Esta es la hora que no se sabe a ciencia cierta si las minorías étnicas podrán
inscribir candidatos y, por ende, participar en
los comicios parlamentarios de 2014 en las respectivas circunscripciones
especiales establecidas por la Constitución. El Consejo de Estado dice que sí
lo pueden hacer, mientras que el Consejo Nacional Electoral considera lo
contrario. Incluso, la situación luce tan confusa que el senador indígena Marco
Avirama (Alianza Social Independiente –ASI)interpuso una acción de tutela ante
el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca en contra del Ministerio del Interior, argumentando la que
considera gravísima e inminente lesión a los derechos políticos de
organizaciones y autoridades indígenas ganados en la Constitución del 91 y que
se materializa en las dos curules especiales indígenas de Senado y la Cámara
especial indígena. En: El Nuevo Siglo. Junio 9 de 2013.
[13]
Honneth, Axel. “El reconocimiento como
ideología”. Universidad de Frankfurt. 2006. Pág. 131.
A manera de
conclusión: el resto, la nada y el todo de los des desesperanzados
La anomía que
mencioné al comienzo, no nos puede dejar frente a estos hechos, paralizados.
Pues actuar así es no actuar, es permitir actuar a la nada. “La nada es perfecta porque no se opone a nada (no se opone al
todo, es otra cosa). El resto no se opone a nada, no tiene contrario”.[1]
En este
sentido, no es ético, ni humano este tipo de situaciones. Baudrillard dice: “pienso
por ejemplo, en el problema del “resto”. Tú enumerabas las oposiciones
dialécticas y decías que sólo el resto no tiene nada del otro lado de la barra.
No hay nada que se oponga al resto. Escribías. “ Cuando un sistema lo ha
absorbido todo, cuando se ha adicionado todo, cuando no queda nada, la suma
entera pasa a ser resto, se convierte en resto”, La idea es tal vez una
precesión del intercambio imposible, puesto que es una especie de principio no
intercambiable, que no puede acceder al valor.
En suma, ese
universo desacralizado en que vivimos hoy, el que nos describe el periodismo,
el que nos vende la publicidad, el que nos ofrece el turismo; ese universo
explorado por la ciencia, manipulado por la técnica, transformado por la
industria, se va cambiando gradualmente en un reino de escombros donde sobra
toda religión, donde sobra toda filosofía, donde sobra toda poesía; un mundo
vertiginoso y evanescente donde todo es desechable, incluidos los seres
humanos, donde los innumerables significados posibles de toda cosa se reducen a
un único significado: su utilidad.[2] Ese
universo descrito por William Ospina, nos deben mover a un nivel de conciencia,
no solo a través de los medios de comunicación o de los usos tecnológicos para
denunciar, sino para actuar. Para partir de reconocer nuestro propio valor como
seres, como ciudadanos y como garantes de los derechos de los otros, pues la
acción por omisión, independientemente, de que esta sea motivada por una idea
falsa de individuo sin ningún grado de poder o de incidencia en la “gran
estructura”, nos hace cómplices de tales destinos de la humanidad. Y esa
complicidad es alienación y deshumanización en su máxima expresión.
Derivado
de Ospina, sobre su categoría de la utilidad,
acuño toda la argumentación de Annie Leonard, quien se puso en la tarea de
hacer La historia de las cosas y a
partir de ahí, nos cuestión como seres humanos en lo más profundo, justamente,
en ese mismo punto al que llega Ospina: la utilidad de las cosas. Para Leonard,
las cosas tienen un origen, y de ahí parte para analizar cómo se fabrican los
productos que normalmente utilizamos, y que también, como ella misma lo afirma,
normalmente mal utilizamos o desechamos. Así muestra
los costos ambientales y sociales ocultos del actual sistema de producción y
consumo, posicionándonos en un cuestionamiento lógico de nuestro diario actuar
con todo aquello que nos rodea y constantemente adquirimos mediante
transacciones de todo tipo. De esta manera, la autora de Seattle nos
centra en aquella crítica que Ospina desde América latina hace, pero desde una
perspectiva ambiental, histórica y filosófica. Así está trazado el camino que
desde nuestra geografía de la modernidad debemos recorrer, ya sea para
discurrir o para construir sobre ello otros horizontes que no sean los mismos
que nos han demostrado, que el camino recorrido por seguirle los pasos a otros,
era y ha sido un camino falso y contrario
a la valoración del ser y de su equilibrio con el mundo que lo rodea y
de sus interrelaciones. Por eso, Sábato no se equivocaba al hablar sobre los
des desesperanzados desde la literatura y desde Buenos Aires, pues nosotros
aquellos herederos de luchas y debates sin terminar y quizá, aún por construir
dialécticamente, somos los llamados des desesperanzados.