lunes, 10 de junio de 2013

Los u’wa: un desarrollo para la modernidad

Así como se profundiza la dificultad en la consecución de  alimentos, a la vez que aumentan las fuertes y constantes catástrofes naturales (que no son tan naturales) y las tan marcadas problemáticas y diferencias sociales alrededor del mundo, así también crece la inconciencia humana, dónde el individuo pone al servicio del dinero, de la ciencia y de la técnica sus capacidades físicas y mentales que lo inhiben y lo llevan a reproducir valores que buscan mantener un sistema social de seres exactamente iguales, en medio del silencio ante la idealización de un mundo de belleza y facilidad, precondición para vivir en la plenitud cultural del desarrollo.

“El siglo XX, con sus disciplinas científicas, su curiosidad, su amplitud mental, sus audacias estéticas, ha cambiado mucho la mirada que arrojamos sobre nosotros mismos” (Ospina, 2004, p.12) y aunque hoy, los medios de comunicación algo informan a cerca de los problemas ambientales y sociales en las que ha incurrido el discurso desarrollista de la modernidad, en su afán por asegurar el progreso económico y la dominación de la naturaleza, de culturas y países considerados atrasados, pareciese que el desarrollo aniquila lo que se aparta de su idea de homogeneidad, y destruye el reconocimiento del individuo como ser particular parte de una comunidad.

Aunque ya  desde 1950 e incluso antes, se empezaban a ver las consecuencias de ese desarrollo impuesto a muchas culturas, el sistema capitalista se mantiene en auge, sosteniendo su  ideal de sometimiento a partir de su visión de desarrollo como discurso progresista de homogeneidad.

La misma colonización de América en el siglo XVI  fue una primera muestra  de ese espíritu desarrollista, pues la mirada euro centrista, que se consideraba superior (o desarrollada), sometió a todo un continente,  y  entonces “vio en nuestra América lo que quería ver, y se obstinó en no ver lo que se apartaba de sus expectativas” (Ospina, 2004, p.3), viendo como anormal y salvaje, lo diferente, la vida y el desarrollo construidos por los indios hasta entonces.

Se daba desde antaño, una imposición única e incuestionable de ver el mundo, en nombre de la superioridad, con la excusa de civilizar al salvaje a través del terror y la violencia, la esclavitud y el discurso mentiroso de culturización, que no parece alejado de la dinámica de nuestro siglo, donde el desarrollo capitalista se impone como el único medio camino para existir como cultura, como pueblo o como humanos parte de una sociedad.

En nuestros días, la cruz y el terror de los colonizadores, son reemplazados por el consumismo y el capital que sustentan la idea de desarrollo y el discurso progresista, armas de dominación, otras manera de imponer por la fuerza lo que a los ojos de la “evolución” parece retrogrado o simplemente  diferente.

La  modernidad, como en su momento el mundo civilizado, pretende ignorar que a pesar de su esfuerzo por homogeneizar, en su sociedad aún  “yace una (o unas)  formación cultural de significado –modo de sentimiento- intrincadamente elaborada, atávica, consciente, cuyo tejido social de convenciones, y de imaginería tácita reside en un mundo simbólico y no en esa débil visón “pre-kantiana” del mundo, representada en el racionalismo o en el utilitarismo racionalista” (Taussig, 2002, p.32), y que son alternativa que aunque no es nueva, si ha sido desconocida.

La cosmovisión u’wa consolida una de esas alternativas que enfrenta, resiste a la imposición capitalista,  representada en  la Occidental Petroleum Corporation (OXY), y que ratifica la negativa del mundo moderno a la aceptación de formas propias de ver el mundo, pensar la vida, generar  desarrollo.

En éste caso, la economía capitalista, la indiferencia del Estado y en si  la cultura occidental prefieren condenar a  muerte a un pueblo, a una cultura, a un sinnúmero de especies dependientes del ecosistema de ésta región, antes que  aceptar visiones diferentes.

El territorio ancestral u’wa, importante espacio geográfica donde se ubica la selva del Sarare, “es un relicto de toda una variedad de bosques tropicales de montaña: uno de los paisajes con mayor riesgo de extinción en el planeta (…) y constituye lo que se puede considerar como una “frontera interna” en el territorio nacional colombiano” (Serje, 2003, p.105), dónde además confluyen alrededor de cinco departamentos y por ende a un sinnúmero de grupos sociales en toda su extensión.

La modernidad parece no comprender que desde la cosmovisión u’wa, “siempre que el ser humano actúe con mala intención, tarde o temprano tendrá que beber del veneno de su propia hiel. Porque no se puede cortar el árbol sin que mueran también las hojas, y en el pozo de la vida nadie puede arrojar piedras sin romper la quietud y el equilibrio del  agua” (Agenda Latinoamericana, 2000, p.205), de ahí que irrumpir en el terreno sagrado u’wa, sea  el inicio de su fin.

Y con ello dejan claro que el desarrollo implica el desconocimiento de sus derechos, la muerte de varios de sus hermanos, la pérdida de su territorio y en si su condena a la muerte, en sus palabras:

“El desarrollo para nosotros es que nos cambiaron el sitio de nuestros muertos como si fueran huesos de animales. El desarrollo para nosotros es que nos inunden 28 lugares sagrados. El desarrollo es que nos quitaron las tierras para luego titulárselas a los ricos de Córdoba. Hasta lo que conocemos del desarrollo es que a los que defendemos la vida y el medio ambiente, nos dicen que somos egoístas, y a los cinco políticos y a los Bancos que quieren ganar plata con Urrá, les dicen que representan el interés de la nación. Si ese es el desarrollo entonces tienen razón quienes nos acusan de estar en contra del desarrollo” (Kimy Pernía Domicó,  2000, Bogotá, citado en Veléz, H. 2007).

El desarrollo no entiende, no acepta que en la mente u’wa la tierra no tiene precio, que su única ley es la ley natural y que su subsistencia está considerada desde y hacia ella, por eso, vivir en torno a precios, a leyes del mercado, a la dinámica del uso y desperdicio y a la concepción utilitarista de la tierra en, es simplemente inconcebible, porque no hasta involucionada.


Proteger la tierra es para los u’wa, salvaguardar su  vida misma, por eso “la globalización no puede ser entendida como una renuncia a la tradición, sino como un diálogo entre tradiciones” (Ospina, 2004, p.14), una posibilidad de intercambio y construcción, en cambio de ser una única e irrevocable imposición, puede ser la apertura a los múltiples desarrollos y la diversidad de progresos que desde cada rincón del mundo puede darse.

En éste punto cabría preguntarse entonces, si es imposible otra u otras opciones diferentes a ese modelo, a ese progreso que vende el capitalismo como la única posibilidad de vida, mediante el cual se destruye la tierra para empoderar a unos pocos en detrimento de las condiciones de la mayoría.

Si los u’was proponen vivir por y para la tierra como una manera de dar sentido a su existencia, ¿acaso no puede ser esta una visión novedosa  de desarrollo, otra visión de desarrollo, una nueva discursiva de progreso en la que se intercambia con la tierra, y se dialoga con el vecino? ¿Es necesario imponer el consumo desaforado, el uso de recursos sin medida, el lujo y la producción como valores y practicas únicas de subsistencia, como necesidad de todos y cada uno de los seres humanos que habitan la tierra?

Desde mi punto de vista, si bien la cultura occidental ha consolidado su manera de ver el mundo a partir de la economía capitalista -sobreproducción, facilidad acceso a recursos y capacidad monetaria- igualmente los u’wa pueden propender por una visión austera, construida desde el dialogo y las prácticas cotidianas, en la que la riqueza no se limita a posesiones materiales, ni la felicidad a prototipos de confort; dónde la vida se sobrepone a cualquier tipo de superioridad económica, a cualquier materialización humana, y donde el individuo subsiste en comunidad, es parte de un pueblo  que piensa en el presente, y cuyo anhelo  principal es la conservación de la tierra.

Parece entonces que el mensaje que envían los u’wa, al preferir el suicidio antes que ponerle precio al sustento de su existencia, muestran otras posibilidades de desarrollo, dice al mundo que existe otra manera de vivir  en equilibrio con los demás y con el entorno; que la vida esta sobre cualquier deseo, capricho o interés, y que otro desarrollo, menos permisivo con la aniquilación entre prójimos, si es posible.
Inconcebible es para ellos, que “el hombre blanco” sea víctima y victimario a la vez, que  cree riqueza y bienestar propio, mientras otros mueren de hambre, mientras la tierra se desmorona;  y a pesar de saber las consecuencias de sus acciones, continúe en la misma dinámica, destruyendo rápidamente, ciego a los daños, persistente en la búsqueda de la satisfacción de sus deseos, en los que lo ha atrapado la idea de progreso que existe como un inamovible ideal de la modernidad.

A pesar de esta realidad, de éste ejemplo de valentía, de humanidad, pero sobretodo de resistencia de los u’wa, la dinámica económica mundial pretende encerrar a todos los individuos y de manera general, países, en un sistema de mercado excluyente, en el que muy tarde se piensa en los recursos  naturales como un límite.

Pues si bien se han generado un sinnúmero de conferencias mundiales y tratados internacionales, además de conceptualizaciones entorno al desarrollo y sus efectos en el medio natural y social, las organizaciones de países más ricos mantienen su dinámica y la imponen a los más pobres, irrumpiendo así, con lo que se pensaba a inicios de los 70, sería el cambio hacia una conciencia desarrollista menos destructora.

Se dio de ésta manera un impulso a la masiva explotación de recursos, y con ello al aumento de la brecha social entre países desarrollados y subdesarrollados, cuyo mejor ejemplo es América Latina, pues después de los años 90 a través del Consenso de Washington, los Estados abren las puertas al modelo neoliberal, a las grandes corporaciones y con ello la profundización de la pobreza y la desigualdad, tanto al interior de los países, como a nivel mundial, pues en lugar de permitir el desarrollo que venía a generar, dió fuerza para la estratificación de países entorno al nivel económico e industrial, es decir profundizó las problemáticas que ya se venían dando.

Ello muestra entonces que el capitalismo como modelo pleno de necesidades creadas, que se sostiene mediante la destrucción del futuro y la imposición de sueños y doctrinas universales, “capaz de dar cuenta de todo (…) capaz de introducir el ideal tonto de la seguridad garantizada” (Zuleta, 1980) que hace inminente la descomposición social y ambiental del entorno de subsistencia.

Basta con acercarse un poco a las realidades sociales de las dos países bandera de ese desarrollo, para darse cuenta de la imperiosa  necesidad de otros desarrollos, pues tanto China como Estados Unidos, han condenado a sus poblaciones a un sinnúmero de problemáticas generadas en nombre del progreso económico, discurso retorico de poder a nivel internacional. Así por ejemplo, el consumismo norteamericano se ha convertido en una de las causas de obesidad en el país, padecimiento que ha generado porcentajes considerables de mortalidad en los últimos diez años[1], mientras “se calcula que la contaminación en las grandes ciudades chinas causa más de 8.000 muertes al año” (Sanz, 2013).

Parece entonces que los u’wa han asumido “un desafío, una tarea nada fácil, porque el poder intimida, arruga, amedrenta, acobarda y confrontarlo es un acto solitario e incomprendido porque el llamado suele ser más bien a defenderse acomodándose” (Bonilla, 2013), a adaptarse o perecer, como si el progreso fuere el único  futuro posible y disponible.

Y es que éste rápido e imponente sistema nos ha acostumbrado a “admirar más la fuerza que la lucidez, más los ejemplos de ostentación que los ejemplos de austeridad, más los golpes bruscos de la suerte que los frutos de la paciencia o de la disciplina” (Ospina, 2010), porque somos una medida material, somos el sueño de otros que en nombre de la superioridad coartan la posibilidad de construir un entorno diferente, un desarrollo pensado para seres humanos que como tales, pueden construir su manera propia de consolidar su desarrollo.

Pero en nombre del progreso y desarrollo occidental llega “el capitalismo, asesino serial que mata todo lo que toca, sistema universal de poder que ha convertido al mundo en un manicomio y un matadero” (Eduardo Galeano en El orden criminal del mundo, 2012), esa retórica productiva que el hombre de vanguardia se empeña en defender como construcción social, que desconoce en la cultura indígena esa visión propia de desarrollo buscando razones para imponerle la que a sus ojos parece evolucionada.
Puede decirse entonces que la cosmovisión u’wa, es una resistencia al retroceso social generado por el desarrollo occidental, es el planteamiento de un desarrollo quizá mas avanzado, pensado para la protección de tierra ante el progreso inconsciente y destructor del consumidor.

Esta resistencia, constituye a su vez la posibilidad para el concepto y significado de cultura, de manera que la diferencia permita la transformación social desde el intercambio respetuoso de saberes, lejos de medios violentos de sometimiento para sitiar a la humanidad en torno a principios universalizados de desarrollo.

La cultura occidental tiene ante sus ojos la oportunidad de aprehender de las virtudes de aquello que ha considerado extraño, para reestructurar su visión y crear medios de dirimir los destres causados, reivindicarse con el planeta y así posibilitar el bienestar de futuras generaciones dónde las diferentes maneras de vivir no sean una razón para el retroceso de la humanidad.

En síntesis, el  mensaje directo a  occidente es claro: es necesario un desarrollo en equilibrio entre la naturaleza y las necesidades humanas, las culturas ancestrales están exhaustas y muchos países víctimas de las promesas incumplidas del desarrollo, empiezan a percibir que sus vidas carecen de sentido, pues  su humanidad se convierte  en máquinas multiplicadoras de los grandes poderes económicos.











REFERENCIAS
Agenda Latinoamericana (2000) Carta de los U’wa al mundo [en línea] disponible en http://latinoamericana.org/digital/2000AgendaLatinoamericana.pdf, recuperado 28 de Mayo de 2013.
Marcano, N, (2012, 16 de Mayo), Obesidad prevalece en EE.UU [en línea], disponible en http://saludinfantil.about.com/od/Infantil/a/Obesidad-Prevalece-En-Ee-Uu.htm, recuperado 02 de Junio de 2013.
Ospina, W. (2001) El surgimiento del globo [en línea], disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/843/84321102.pdf recuperado 20 de Mayo de 2013.
Ospina, W. (2004, Julio) Hölderlin y los U’wa: una reflexión sobre la naturaleza y la cultura frente al desarrollo [en línea] disponible en http://www.iadb.org/exr/cultural/documents/encuentros/51_ospina_span.pdf recuperado 04 de Junio de 2013
Ospina, W. (2010, Septiembre), “Preguntas para una nueva educación”[discurso] “Congreso Iberoamericano de Educación Metas 2021”, Argentina [en línea], disponible en: http://www.eduteka.org/WilliamOspina.php, recuperado 10 de Mayo de 2013
Serje, M. (2003) Ongs, indios y petróleo: el caso u’wa a través de los mapas del territorio en disputa [en línea], disponible en http://www.ifeanet.org/publicaciones/boletines/32(1)/101.pdf, consultado 10 de Mayo de 2013.
Taussig, M. (2002). Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje. Norma, Bogotá.
Vélez, H. (2007). Inundados por el desarrollo. Agua y energía [en línea], disponible en http://www.censat.org/ambientalistas/63/doc/hvelez_aguayenergia.pdf, consultado 01 de junio de 2013.
Zuleta, E. (1980) El elogio de la dificultad [palabras], “Título de Doctor Honoris Causa en Psicología de la Universidad del Valle”, Cali [en línea], disponible en: http://www.elabedul.net/Documentos/Temas/Literatura/Elogio_de_la_dificultad.pdf recuperado 22 de Mayo de 2013.
El orden criminal del mundo (2012), [reportaje],  Sacaluga, J. (dir.) Televisión Española.




BIBLIOGRAFIA
Fritjot, C (1996). El punto crucial. Estaciones
Zapiain, M.  (2010), Crónica de una muerte anunciada. Una revisión de Los límites del crecimiento  Ciudades y crisis de civilizacion Boletín CF+S, Numero 15 Disponible en: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n46/amzap.html
Bonilla, M. (2013, 17 de Febrero), El elogio de la dificultad, [en línea], disponible en http://www.elespectador.com/opinion/columna-405370-el-elogio-de-dificultad, recuperado 02 de Junio de 2013
Galeano, E. (1992), Artículos cortos. Siglo Veintiuno, México.






[1] Según una  publicación especializada de la Asociación Médica Estadounidense sobre obesidad, entre el 2009 y el 2010 más de 78 millones de adultos y 13 millones de niños entre los 2 y 19 años de edad estaban obesos, y ello causado por tres factores fundamentales: la inactividad física, hábitos de alimentación y sobretodo los contaminantes ambientales.


ALEJANDRA RINCÓN GÓMEZ

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