El
desarrollo Imperialista ha marcado innegablemente el mundo natural, por medio
del uso que se le ha dado al conocimiento de las ciencias. Nuestros sistemas de
creencias y valores, los significados que le adjudicamos al mundo han sido
condicionados por los procesos coloniales de la cultura occidental,
transformando las visiones de la tierra, los distintos organismos que viven en
ella y los fenómenos que constantemente pretenden transformar y preservar el
medio natural que nos envuelve.
El
Capitalismo ha sido el sistema predominante de desarrollo económico en las
sociedades humanas, centrando la acumulación de capital como el fundamento de
su modelo de desarrollo. Aunque a este sistema se le caracterizó fundamentalmente
por su carácter económico, su desarrollo ha transformado completamente los
ámbitos cultural, social y político, ligándolos a las dinámicas del comportamiento
del capital en directa relación entre fuerzas de producción y fuerza de trabajo.
Para Lenin, el Imperialismo es la fase superior del Capitalismo, basado en
dinámicas de mercantilización -maximizar beneficios minimizar gastos-, generando
así monopolios a gran escala por medio de la competencia. “Si fuera necesario
dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que
el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal
comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el
capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital
de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es
el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las
regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política
colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente
repartido.” (Lenin, 1916) Lo anterior, está más profusamente ilustrado por las actuales
dinámicas de globalización que han impuesto una visión del mundo y del
desarrollo totalizante, incluso en la cultura, desplazando la diversidad,
propia de los procesos de socialización humana. “Toda idea de centralidad cultural, ya sea como etnocentrismo,
eurocentrismo, latinoamericanismo o indigenismo, esta inevitablemente
entretejida con la injustica social y termina despojando a la cultura, de esa
riqueza, que es su diversidad.” (De Zubiría, 1998) El
imperialismo pretende un creciente control de los conocimientos y recursos para
sostener el desarrollo, lo que ha mantenido de la mano a la CIENCIA y el PODER,
generando entonces un control sobre el mundo natural.
La
construcción del Imperialismo visto hasta el día de hoy, se ha dado por procesos
de correlación de fuerzas desiguales, generando imposiciones que nos llevan
casi hasta los inicios de las civilizaciones humanas, sin embargo, quisiera
céntrame en las expediciones Europeas en las colonias de America Latina durante
el periodo de Humboldt, Darwin y Mutis, proponiéndolo como el punto de
inflexión más importante en el dominio de la naturaleza por medio del poder y
la ciencia. Dichas expediciones generaron una apropiación, imponiendo a las
culturas nativas las concepciones “desarrolladas” del mundo occidental frente
al denominado nuevo mundo, pues al
nombrar, categorizar, estaban apropiando por medio de la ciencia lo que hasta
el momento les resultaba completamente ajeno. No se le dio gran importancia a
la forma de socialización propia de las culturas aborígenes, ni a sus
conocimientos, puesto que eran considerados inferiores y por lo tanto al
servicio del mundo “civilizado”. Este mundo “civilizado”, sostenía en gran medida
una racionalidad economicista, en donde la productividad era el fundamento del
desarrollo colonial. Claro está, no se había desarrollado aún la revolución
industrial que daría finalmente el quiebre del feudalismo al capitalismo como
tal, generando ya una clara mercantilización industrial de la naturaleza.
Los
conocimientos adquiridos en dichas expediciones sirvieron para dar a conocer un
mundo maravilloso de colores, sabores, sonidos y texturas únicas nunca antes experimentadas
por la sensorialidad occidental, el cual sería controlado y saqueado
posteriormente, generando un choque cultural que transformaría la mentalidad de
los nativos para siempre. Humboldt escribe: “Nos extrañó encontrar en Esmeralda
muchos zambos, mulatos y otras gentes de color que, por vanidad, se dicen
españoles y se tienen por blancos solo por no ser rojos como los indios.”
(Humboldt, 1967)
La
colonización europea en América Latina, como punto de inflexión en la relación
entre conocimiento por medio de la ciencia y el poder colonial, dio pie para un
nuevo marco de relaciones que han posibilitado el dominio imperial pasando por
el planteamiento leninista, pero no
conforme expandiendo y amarrando la cultura a la ciencia y el consumo. Ha sido
una construcción de ideas de desarrollo que nos han sido impuestas hasta
nuestros días, siguiendo un estilo de vida absolutamente destructivo e
insostenible, todo con la idea del poder y el progreso. Una mercantilización
para satisfacer las ficticias necesidades innecesarias de consumo, que en su
nombre ha esclavizado y destruido la vida misma, el mundo como lo conocemos
nunca más volverá a ser el mismo. Resulta razonable afirmar que hoy, las
grandes empresas y gremios económicos tienen más poder que los propios Estados.
Por las dinámicas globalizadas y globalizantes de desarrollo, se han generado
unas lógicas fuera de los espacios democráticamente constituidos para llevar a
cabo los procesos de toma de decisiones. La política por su parte, fuertemente
condicionada y al servicio de estas lógicas economicistas y netamente
neoliberales de desarrollo, responde, cada vez con mayor evidencia, a intereses
externos de los que devienen de la ciudadanía, cayendo ya hace mucho tiempo en
una crisis del sistema tradicional de representación. Habermas describe este
proceso por medio de la teoría de
sistemas planteando una autopoiesis de la política, cerrada sobre sí misma con
sus propios códigos y su propio lenguaje. Los sistemas han dejado, cada vez con
mayor distancia, de compartir un lenguaje común que permita comunicación e
interacción entre ellos, poco a poco suprimiendo el lenguaje común del mundo de
la vida, propio de la ciudadanía y el ámbito de lo público. “Ya no dominan
ningún lenguaje común en el que la unidad de la sociedad pudiese venir
representada de un mismo modo para
todos. (…) Los lenguajes especiales neutralizan hasta tal punto el lenguaje
ordinario –al igual que los subsistemas funcionales neutralizan al mundo de la
vida- que ni aquél ni éste pueden constituir ya una caja de resonancia que
fuese lo suficientemente compleja como para tematizar y tratar problemas
concernientes de la sociedad global.” (Habermas, 1998)
Esta autopoiesis sistémica es una base fundamental de los procesos fáusticos de
desarrollo, en un lenguaje técnico, ininteligible para el ciudadano común,
muchas veces basados en promesas abstractas en nombre del desarrollo y la
civilización. El choque vivido a partir de 1492 nos queda en la memoria como un
proceso particular del pasado cuya vigencia el tiempo parece haber borrado.
Nada más lejos de la verdad. Es un procesos que actualmente se sigue adelantando,
que precisamente por el tiempo está hoy mucho más estructurado, mas sin
embargo, sigue enfrentándose con las resistencias de los pueblos y de la propia
tierra. Un ejemplo muy diciente de lo anterior fue el choque entre la petrolera
Oxy, con las comunidades U´wa sobre el parque natural Bloque Samoré. Los U´wa
son uno de los pocos pueblos que aún mantienen vivo su sistema de creencias y su
cultura ancestral. Se encuentran principalmente en la Sierra Nevada del Cocuy
en la región de Sarare, compuesta por los departamentos de Santander, Norte de
Santander, Arauca, Boyacá y Casanare. El pueblo U´wa se vio enfrentado a una
penosa situación cuando se tuvo conocimiento de que habían grandes yacimientos
de petróleo en su territorio. Inmediatamente Ecopetrol le concedió a la Oxy
(Occidental Petrolium Corporation) un bloque petrolero dentro del territorio
ancestral.
El
profesor Jose Cuesta Novoa hace una acertada descripción de los acontecimientos,
reflexionando en torno al choque de la visión desarrollista encarnada en el Fausto de Goethe y visiones
subalternas de desarrollo basadas en la sostenibilidad y protección del medio
natural, del que necesariamente dependemos:
En 1992 Ecopetrol
firmó un contrato con la multinacional Occidental de Colombia Inc. Para que ésta
iniciara labores de exploración y explotación de petróleo en una amplia zona
del nororiente colombiano en donde se encuentra tanto el territorio U’wa como
el parque natural Bloque Samoré.
Inspirados en la
dialéctica fáustica del desarrollo, la transnacional petrolera diseñó lo que a
su juicio sería el más imponente y soberbio programa de progreso, capaz de
sacar del atraso y el subdesarrollo a ésta región y a sus gentes. Para obtener
el respaldo de la población a sus pretensiones mesiánicas, destinaron un
completo ejército de profesionales de las ciencias sociales, compuesto por
antropólogos, filósofos, trabajadores sociales, politologos, cuya única misión
era socializar entre las masas indígenas “incultas” los beneficios del progreso
que traería la presencia de la fáustica empresa petrolera. Para adelantar la
nueva campaña evangelizadora, estos apóstoles contemporáneos ya no contaban con
la fe, como antaño lo hicieron sus antecesores, en esta ocasión esgrimían la
espada de la razón científica, con la cual podían imaginar mundos soñados: SAMORALANDIA LA CIUDAD DEL FUTURO,
dotada de avenidas de tres pisos, metro subterráneo, rascacielos, grandes
centros comerciales, indígenas con camionetas cuatro puertas, todos ellos con
celular, beeper, computador personal, conectados al internet. En términos
breves: UN MUNDO PERFECTO.
Nadie hubiese dudado
que la comparsa del éxito llegaría a feliz término. Sin embargo lo
insólito se volvió realidad. Los U’was escucharon atentamente el relato de los
nuevos misioneros que, apoyados en un lenguaje ininteligible propio de los
expertos, alababan los ríos de leche y miel que estaban por-venir, tras la
incursión de tecnologías científicas operadas por otros enjambres de hombres
encargados de la tarea de producir riqueza por doquier. Al término de la
apasionada apología futurista hecha por un vocero de la Oxy, se levantó un
hombre mayor, no solo por la edad, ante todo por la sabiduría, cuya mirada
evocaba el exilio nostálgico de Baucis y Filemón, quien en tono reposado dijo:
la tierra es nuestra madre y posee por ello un valor sagrado, el territorio
U’wa es su corazón; el petróleo es la sangre de la madre tierra, si se le
extrae ella perecerá. Por encargo divino estamos aquí para protegerla de
cualquier intento de agresión, así éste se haga en nombre de la civilización;
si preservamos la tierra estaremos asegurando la vida presente, pero también la
vida futura de tal modo que si se da inicio a las tareas de exploración, los
U’was nos suicidaremos en forma colectiva.
Resulta
impactante el relato, pues evidencia la completa soberbia del modelo
desarrollista, autopoiético y auto referente como diría Habermas,
imposibilitado de comprender otras cosmovisiones que incorporan sus
significados y su existencia en la tierra y la naturaleza. La miopía es tal,
que mientras una catástrofe natural inminente toca a nuestras puertas, los
modelos de extracción, mercantilización y consumo se reproducen a mayor
velocidad y con mayor contundencia. “Incluso
dejando a un lado el peligro de una catástrofe nuclear, el ecosistema global y
la posterior evolución de la vida en el planeta se hallan seriamente
comprometidos y abocados posiblemente a un desastre ecológico en gran escala.
El exceso de población y la tecnología industrial han contribuidos en algunos
aspectos a la gran degradación de entorno natural, del que dependemos
totalmente para vivir. ” (Fritjot, 1996)
Habermas
intenta plantear una respuesta a la crisis de representación democrática,
enclavada en un sistema Capitalista parasital. El adelanto en materia al
cuestionamiento de cómo puede articularse la sociedad, Habermas sostiene que
ésta no puede ser representada por el Estado. Se da cuenta que la integración
social no puede llegar mediante el poder político Estado céntrico, sino
mediante un lenguaje ordinario del cual se hace uso en las redes periféricas de
comunicación que constituyen el espacio público-político. (Habermas, 1998) Es
así que Habermas se da cuenta que los suministros más importantes de la opinión
y la voluntad hacia la política, provienen de contextos informales de
comunicación del espacio público del ciudadano. El lenguaje común y corriente
permite que exista una comunicación en el ámbito de la opinión pública, esfera
que está enraizada en el mundo de la vida, emancipado del carácter autopoiético
de la sociedad en la especialización semántica de los sistemas. En este sentido
entendemos que la política para Habermas está centrada en la esfera pública, no
en los partidos políticos y, el espacio público-político es concebido como la
caja de resonancia de los problemas propios del sistema político. Por lo
anterior podemos asumir que Habermas propone una democracia, ya no
representativa sino participativa y deliberativa, que centre la toma de
decisiones en la ciudadanía organizada y no en los aparatajes técnicos que
suponen las instituciones. Esto supondría, según mi propia interpretación, un
proceso de descentralización del modelo desarrollista
para una construcción colectiva entre varios modelos de desarrollo. Sin
embargo, parece quedarse por fuera un elemento fundamental, que es el carácter globalizado
y globalizante del modelo económico occidental. Ante esto creo profundamente en
la necesidad de fortalecer las resistencias desde abajo, ante formas de
dominación imperiales basadas en modelos totalizantes sobre la política, la
economía, la cultura y las dinámicas de relacionamiento social. Los U´was dan
un extraordinario ejemplo de aquellos espacios en que la resistencia sobre las
identidades generadas por la cultura y a la comprensión milenaria del cuidado
del ambiente, no son negociables frente a discursos narcisistas de civilización
y desarrollo, que sin lugar a dudas nos encaminan hacia nuestra más inmediata e
inminente autodestrucción.
BIBLIOGRAFÍA
-
Cuesta, Jose. (2011). Los U´was:
Una Rebelión Contra el Signo Trágico del Desarrollo.
-
De Zubiría, Sergio. (1998).
Cultura: Teorías y Gestión, p. 42-71.
Ediciones Uninariño.
-
Fritjot, C. (1996). El
punto crucial, Editorial Estaciones
-
Habermas,
Jürgen. Facticidad y validez. Crítica de
la razón funcionalista. Editorial Trotta. Madrid: 1998
-
Humboldt, Alejandro. (1967), Del
Orinoco al Amazonas, Barcelona, Editorial Labor S.A
-
Lenin, Vladimir. (1916) El Imperialismo,
Fase Superior del Capitalismo (Ensayo Popular). Obras escogidas, Editorial
Progreso Mascú.
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