domingo, 9 de junio de 2013

Poder Imperialista y conocimiento de las Ciencias Naturales

El desarrollo Imperialista ha marcado innegablemente el mundo natural, por medio del uso que se le ha dado al conocimiento de las ciencias. Nuestros sistemas de creencias y valores, los significados que le adjudicamos al mundo han sido condicionados por los procesos coloniales de la cultura occidental, transformando las visiones de la tierra, los distintos organismos que viven en ella y los fenómenos que constantemente pretenden transformar y preservar el medio natural que nos envuelve.

El Capitalismo ha sido el sistema predominante de desarrollo económico en las sociedades humanas, centrando la acumulación de capital como el fundamento de su modelo de desarrollo. Aunque a este sistema se le caracterizó fundamentalmente por su carácter económico, su desarrollo ha transformado completamente los ámbitos cultural, social y político, ligándolos a las dinámicas del comportamiento del capital en directa relación entre fuerzas de producción y fuerza de trabajo. Para Lenin, el Imperialismo es la fase superior del Capitalismo, basado en dinámicas de mercantilización -maximizar beneficios minimizar gastos-, generando así monopolios a gran escala por medio de la competencia. “Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido.” (Lenin, 1916) Lo anterior, está más profusamente ilustrado por las actuales dinámicas de globalización que han impuesto una visión del mundo y del desarrollo totalizante, incluso en la cultura, desplazando la diversidad, propia de los procesos de socialización humana. “Toda idea de centralidad cultural, ya sea como etnocentrismo, eurocentrismo, latinoamericanismo o indigenismo, esta inevitablemente entretejida con la injustica social y termina despojando a la cultura, de esa riqueza, que es su diversidad.” (De Zubiría, 1998) El imperialismo pretende un creciente control de los conocimientos y recursos para sostener el desarrollo, lo que ha mantenido de la mano a la CIENCIA y el PODER, generando entonces un control sobre el mundo natural.

La construcción del Imperialismo visto hasta el día de hoy, se ha dado por procesos de correlación de fuerzas desiguales, generando imposiciones que nos llevan casi hasta los inicios de las civilizaciones humanas, sin embargo, quisiera céntrame en las expediciones Europeas en las colonias de America Latina durante el periodo de Humboldt, Darwin y Mutis, proponiéndolo como el punto de inflexión más importante en el dominio de la naturaleza por medio del poder y la ciencia. Dichas expediciones generaron una apropiación, imponiendo a las culturas nativas las concepciones “desarrolladas” del mundo occidental frente al denominado nuevo mundo, pues al nombrar, categorizar, estaban apropiando por medio de la ciencia lo que hasta el momento les resultaba completamente ajeno. No se le dio gran importancia a la forma de socialización propia de las culturas aborígenes, ni a sus conocimientos, puesto que eran considerados inferiores y por lo tanto al servicio del mundo “civilizado”. Este mundo “civilizado”, sostenía en gran medida una racionalidad economicista, en donde la productividad era el fundamento del desarrollo colonial. Claro está, no se había desarrollado aún la revolución industrial que daría finalmente el quiebre del feudalismo al capitalismo como tal, generando ya una clara mercantilización industrial de la naturaleza.

Los conocimientos adquiridos en dichas expediciones sirvieron para dar a conocer un mundo maravilloso de colores, sabores, sonidos y texturas únicas nunca antes experimentadas por la sensorialidad occidental, el cual sería controlado y saqueado posteriormente, generando un choque cultural que transformaría la mentalidad de los nativos para siempre. Humboldt escribe: “Nos extrañó encontrar en Esmeralda muchos zambos, mulatos y otras gentes de color que, por vanidad, se dicen españoles y se tienen por blancos solo por no ser rojos como los indios.” (Humboldt, 1967)

La colonización europea en América Latina, como punto de inflexión en la relación entre conocimiento por medio de la ciencia y el poder colonial, dio pie para un nuevo marco de relaciones que han posibilitado el dominio imperial pasando por el planteamiento leninista, pero no conforme expandiendo y amarrando la cultura a la ciencia y el consumo. Ha sido una construcción de ideas de desarrollo que nos han sido impuestas hasta nuestros días, siguiendo un estilo de vida absolutamente destructivo e insostenible, todo con la idea del poder y el progreso. Una mercantilización para satisfacer las ficticias necesidades innecesarias de consumo, que en su nombre ha esclavizado y destruido la vida misma, el mundo como lo conocemos nunca más volverá a ser el mismo. Resulta razonable afirmar que hoy, las grandes empresas y gremios económicos tienen más poder que los propios Estados. Por las dinámicas globalizadas y globalizantes de desarrollo, se han generado unas lógicas fuera de los espacios democráticamente constituidos para llevar a cabo los procesos de toma de decisiones. La política por su parte, fuertemente condicionada y al servicio de estas lógicas economicistas y netamente neoliberales de desarrollo, responde, cada vez con mayor evidencia, a intereses externos de los que devienen de la ciudadanía, cayendo ya hace mucho tiempo en una crisis del sistema tradicional de representación. Habermas describe este proceso por medio de la teoría de sistemas planteando una autopoiesis de la política, cerrada sobre sí misma con sus propios códigos y su propio lenguaje. Los sistemas han dejado, cada vez con mayor distancia, de compartir un lenguaje común que permita comunicación e interacción entre ellos, poco a poco suprimiendo el lenguaje común del mundo de la vida, propio de la ciudadanía y el ámbito de lo público. “Ya no dominan ningún lenguaje común en el que la unidad de la sociedad pudiese venir representada de un mismo modo para todos. (…) Los lenguajes especiales neutralizan hasta tal punto el lenguaje ordinario –al igual que los subsistemas funcionales neutralizan al mundo de la vida- que ni aquél ni éste pueden constituir ya una caja de resonancia que fuese lo suficientemente compleja como para tematizar y tratar problemas concernientes de la sociedad global.” (Habermas, 1998) Esta autopoiesis sistémica es una base fundamental de los procesos fáusticos de desarrollo, en un lenguaje técnico, ininteligible para el ciudadano común, muchas veces basados en promesas abstractas en nombre del desarrollo y la civilización. El choque vivido a partir de 1492 nos queda en la memoria como un proceso particular del pasado cuya vigencia el tiempo parece haber borrado. Nada más lejos de la verdad. Es un procesos que actualmente se sigue adelantando, que precisamente por el tiempo está hoy mucho más estructurado, mas sin embargo, sigue enfrentándose con las resistencias de los pueblos y de la propia tierra. Un ejemplo muy diciente de lo anterior fue el choque entre la petrolera Oxy, con las comunidades U´wa sobre el parque natural Bloque Samoré. Los U´wa son uno de los pocos pueblos que aún mantienen vivo su sistema de creencias y su cultura ancestral. Se encuentran principalmente en la Sierra Nevada del Cocuy en la región de Sarare, compuesta por los departamentos de Santander, Norte de Santander, Arauca, Boyacá y Casanare. El pueblo U´wa se vio enfrentado a una penosa situación cuando se tuvo conocimiento de que habían grandes yacimientos de petróleo en su territorio. Inmediatamente Ecopetrol le concedió a la Oxy (Occidental Petrolium Corporation) un bloque petrolero dentro del territorio ancestral.

El profesor Jose Cuesta Novoa hace una acertada descripción de los acontecimientos, reflexionando en torno al choque de la visión desarrollista encarnada en el Fausto de Goethe y visiones subalternas de desarrollo basadas en la sostenibilidad y protección del medio natural, del que necesariamente dependemos:

En 1992 Ecopetrol firmó un contrato con la multinacional Occidental de Colombia Inc. Para que ésta iniciara labores de exploración y explotación de petróleo en una amplia zona del nororiente colombiano en donde se encuentra tanto el territorio U’wa como el parque natural Bloque Samoré.

Inspirados en la dialéctica fáustica del desarrollo, la transnacional petrolera diseñó lo que a su juicio sería el más imponente y soberbio programa de progreso, capaz de sacar del atraso y el subdesarrollo a ésta región y a sus gentes. Para obtener el respaldo de la población a sus pretensiones mesiánicas, destinaron un completo ejército de profesionales de las ciencias sociales, compuesto por antropólogos, filósofos, trabajadores sociales, politologos, cuya única misión era socializar entre las masas indígenas “incultas” los beneficios del progreso que traería la presencia de la fáustica empresa petrolera. Para adelantar la nueva campaña evangelizadora, estos apóstoles contemporáneos ya no contaban con la fe, como antaño lo hicieron sus antecesores, en esta ocasión esgrimían la espada de la razón científica, con la cual podían imaginar mundos soñados: SAMORALANDIA LA CIUDAD DEL FUTURO, dotada de avenidas de tres pisos, metro subterráneo, rascacielos, grandes centros comerciales, indígenas con camionetas cuatro puertas, todos ellos con celular, beeper, computador personal, conectados al internet. En términos breves: UN MUNDO PERFECTO.

Nadie hubiese dudado que la comparsa del éxito llegaría a feliz  término. Sin embargo lo insólito se volvió realidad. Los U’was escucharon atentamente el relato de los nuevos misioneros que, apoyados en un lenguaje ininteligible propio de los expertos, alababan los ríos de leche y miel que estaban por-venir, tras la incursión de tecnologías científicas operadas por otros enjambres de hombres encargados de la tarea de producir riqueza por doquier. Al término de la apasionada apología futurista hecha por un vocero de la Oxy, se levantó un hombre mayor, no solo por la edad, ante todo por la sabiduría, cuya mirada evocaba el exilio nostálgico de Baucis y Filemón, quien en tono reposado dijo: la tierra es nuestra madre y posee por ello un valor sagrado, el territorio U’wa es su corazón; el petróleo es la sangre de la madre tierra, si se le extrae ella perecerá. Por encargo divino estamos aquí para protegerla de cualquier intento de agresión, así éste se haga en nombre de la civilización; si preservamos la tierra estaremos asegurando la vida presente, pero también la vida futura de tal modo que si se da inicio a las tareas de exploración, los U’was nos suicidaremos en forma colectiva.

Resulta impactante el relato, pues evidencia la completa soberbia del modelo desarrollista, autopoiético y auto referente como diría Habermas, imposibilitado de comprender otras cosmovisiones que incorporan sus significados y su existencia en la tierra y la naturaleza. La miopía es tal, que mientras una catástrofe natural inminente toca a nuestras puertas, los modelos de extracción, mercantilización y consumo se reproducen a mayor velocidad y con mayor contundencia. “Incluso dejando a un lado el peligro de una catástrofe nuclear, el ecosistema global y la posterior evolución de la vida en el planeta se hallan seriamente comprometidos y abocados posiblemente a un desastre ecológico en gran escala. El exceso de población y la tecnología industrial han contribuidos en algunos aspectos a la gran degradación de entorno natural, del que dependemos totalmente para vivir. ” (Fritjot, 1996)

Habermas intenta plantear una respuesta a la crisis de representación democrática, enclavada en un sistema Capitalista parasital. El adelanto en materia al cuestionamiento de cómo puede articularse la sociedad, Habermas sostiene que ésta no puede ser representada por el Estado. Se da cuenta que la integración social no puede llegar mediante el poder político Estado céntrico, sino mediante un lenguaje ordinario del cual se hace uso en las redes periféricas de comunicación que constituyen el espacio público-político. (Habermas, 1998) Es así que Habermas se da cuenta que los suministros más importantes de la opinión y la voluntad hacia la política, provienen de contextos informales de comunicación del espacio público del ciudadano. El lenguaje común y corriente permite que exista una comunicación en el ámbito de la opinión pública, esfera que está enraizada en el mundo de la vida, emancipado del carácter autopoiético de la sociedad en la especialización semántica de los sistemas. En este sentido entendemos que la política para Habermas está centrada en la esfera pública, no en los partidos políticos y, el espacio público-político es concebido como la caja de resonancia de los problemas propios del sistema político. Por lo anterior podemos asumir que Habermas propone una democracia, ya no representativa sino participativa y deliberativa, que centre la toma de decisiones en la ciudadanía organizada y no en los aparatajes técnicos que suponen las instituciones. Esto supondría, según mi propia interpretación, un proceso de descentralización del modelo desarrollista para una construcción colectiva entre varios modelos de desarrollo. Sin embargo, parece quedarse por fuera un elemento fundamental, que es el carácter globalizado y globalizante del modelo económico occidental. Ante esto creo profundamente en la necesidad de fortalecer las resistencias desde abajo, ante formas de dominación imperiales basadas en modelos totalizantes sobre la política, la economía, la cultura y las dinámicas de relacionamiento social. Los U´was dan un extraordinario ejemplo de aquellos espacios en que la resistencia sobre las identidades generadas por la cultura y a la comprensión milenaria del cuidado del ambiente, no son negociables frente a discursos narcisistas de civilización y desarrollo, que sin lugar a dudas nos encaminan hacia nuestra más inmediata e inminente autodestrucción.


























BIBLIOGRAFÍA


-       Cuesta, Jose. (2011). Los U´was: Una Rebelión Contra el Signo Trágico del Desarrollo.

-       De Zubiría, Sergio. (1998). Cultura: Teorías y Gestión, p. 42-71. Ediciones Uninariño.

-       Fritjot, C. (1996).  El punto crucial, Editorial Estaciones

-       Habermas, Jürgen. Facticidad y validez. Crítica de la razón funcionalista. Editorial Trotta. Madrid: 1998

-       Humboldt, Alejandro. (1967), Del Orinoco al Amazonas, Barcelona, Editorial Labor S.A

-       Lenin, Vladimir. (1916) El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo (Ensayo Popular). Obras escogidas, Editorial Progreso Mascú.




Sebastian Eduardo Ronderos Abuchaibe

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